La historia de Caterina Campodonico, conocida por la mayoría como la «Vendedora de Avellanas», es uno de los relatos más conmovedores y emotivos de la historia de Génova. Con un rostro severo y autoritario, la vida y el legado de Caterina trascienden la sencillez de sus humildes comienzos. No es sólo un símbolo del orgullo genovés, sino también un homenaje a todas las mujeres que contribuyeron a dar forma a la ciudad y a la región de Liguria que la rodea.

Un humilde comienzo
Nacida en 1804 en el barrio de Portoria de Génova, Caterina procedía de una familia pobre. Se ganaba la vida como vendedora ambulante, pero no de la forma que cabría imaginar. A diferencia de la mayoría de los vendedores de ropa o perfumes, Caterina vendía canestrelli (una galleta tradicional genovesa) y «reste», o collares de avellanas, que eran populares entre las parejas jóvenes como símbolos de amor y buena fortuna. Estos objetos sencillos pero significativos se convertirían en la base de la pequeña fortuna de Caterina.
Collares de avellanas y Canestrelli: un camino sencillo hacia el éxito
Los collares de avellanas, o reste, no eran sólo decorativos; se consideraban amuletos de la suerte, y a menudo los compraban las parejas de novios como garantía de un matrimonio próspero y feliz. Junto con los canestrelli, estos humildes productos permitieron a Caterina ahorrar dinero y, con el tiempo, amasar una modesta fortuna. A pesar de la sencillez de sus productos, desempeñaron un papel importante en su ascenso, ayudándola a asegurarse un lugar en la historia de Génova.
Una vida llena de luchas
La vida no siempre fue amable con Caterina. No se la consideraba una gran belleza, y sus relaciones sentimentales distaban mucho de ser ideales. La más difícil de estas relaciones fue la que mantuvo con su marido, Giovanni Carpi, un holgazán alcohólico del que acabó separándose. Sin embargo, la separación tuvo un coste, ya que Caterina se vio obligada a pagarle 3.000 francos como parte del acuerdo.
Su familia, sobre todo sus hermanas, no apoyaban su espíritu emprendedor. Les parecía impropio de una mujer ser tan independiente, sobre todo si no estaba casada ni tenía hijos. Sin embargo, eran conscientes de su riqueza. Se había convertido en la «tía con dinero», y sus parientes, a pesar de sus críticas, sabían de dónde procedía su fortuna.
La venganza de Caterina y la inmortalidad
La relación de Caterina con su familia se agrió aún más cuando, un día, cayó enferma y, en lugar de ofrecerle apoyo, sus parientes empezaron a planear reclamar su herencia. Sin embargo, el destino tenía otros planes para ella. Caterina sobrevivió y, como acto de desafío a sus codiciosos parientes, encargó una estatua suya al escultor Lorenzo Orengo. Esta estatua se convertiría en su lápida y serviría de monumento eterno.
La estatua, situada en el cementerio Staglieno de Génova, capta el porte severo y orgulloso de Catalina. El texto que la acompaña, escrito por el poeta Giambattista Vigo, dice así:
«A sôn de vende reste e canestrelli
all’Aeguasanta, a-o Garbo, a San Ceprian
con vento e sô, con ægua zù a tinelli,
A-a maè vecciaia pe asseguaghe un pan.
Fra i pochi sodi, m’ammuggiava quelli
pe tramandame a-o tempo ciù lontan
mentre son viva, e son vea portolianna
Cattainin Campodonico (a paisanna)
In questa màe memoia, se ve piaxe
voiatre che passae pregheme paxe»
«Mientras vendía collares y galletas en Acquasanta, Garbo y San Cipriano, a través del viento y el sol, e incluso bajo una lluvia torrencial, para asegurarme de que tendría pan en mi vejez, guardé algunas monedas por el camino para dejar un recuerdo de mí en el tiempo. Mientras esté viva y sea verdaderamente de Portoria, Caterina Campodonico (la campesina). Si te gusta este recuerdo mío, por favor, al pasar, reza por mi paz».
Esta inscripción refleja sus humildes comienzos y la resistencia que definió su vida. La estatua, que representa a Catalina con una expresión seria pero orgullosa, la muestra con un chal de flecos, una falda brocada y su querido collar de avellanas y canestrelli.
El legado de Caterina Campodonico
Caterina falleció el 7 de julio de 1882, pero su legado perdura a través de la estatua que sigue atrayendo visitantes, muchos de los cuales buscan un poco de buena fortuna en su monumento. Algunos incluso afirman que los números de la fecha de su muerte les han hecho ganar a lo grande en la lotería, consolidando aún más su lugar en la tradición cultural de Génova.
Hoy, la estatua de Caterina Campodonico se alza en el cementerio de Staglieno, uno de los lugares más bellos e históricos de Génova. El cementerio es conocido por sus impresionantes esculturas y notables tumbas, y la de Caterina es una de las más visitadas. La estatua de mármol, con su detallada representación de la «Vendedora de Avellanas», sigue siendo un testimonio de su resistencia, orgullo y contribución a la historia de Génova.
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La vida de Caterina Campodonico es una historia de humildes comienzos, dificultades personales y triunfo final. Desde la venta de collares de avellanas hasta convertirse en un símbolo inmortal de la historia de Génova, su legado es de resistencia e independencia. Su estatua en el cementerio de Staglieno sigue siendo una parte importante del patrimonio cultural de la ciudad, y atrae a visitantes que sienten curiosidad por su vida y buscan un poco de buena fortuna. Una visita a Génova ofrece la oportunidad de conocer la vida de Catalina y explorar la rica historia de esta bella ciudad, que se experimenta mejor con el autobús turístico City Sightseeing Italy Hop-On Hop-Off.